Este año he tenido el honor de participar en la revista anual de Pascuamayo. Mi mayor agradeciento al Excmo Ayuntamiento de Santisteban y a los organizadores.

Para quien no lo haya leído y desee hacerlo, aquí lo teneis, espero que os guste.

 

QUÉ DECIR…

Qué decir de nuestras Fiestas que no se haya dicho ya, o qué escribir cuando uno repasa la mayoría de publicaciones y admira la ingente cantidad de artículos dedicados a La Patrona, la Mayordomía, y todo lo que a nuestra celebración ancestral rodea.

¿A qué sentimientos apelar cuando ya se ven plasmados por las diferentes manos que durante años han colaborado en la revista anual de Pascuamayo? , y , ¿de qué manera, humildemente, puede uno aportar algo nuevo, fresco, dinámico? pero no doy con ello, si me disculpan, ahora vuelvo…

…Ya estoy aquí. He dado unas cuantas vueltas por la casa, café en mano, sobre todo por el patio, que huele a flores, a Mayo, pensando, como perro sin amo en la idea persistente como martillo golpeando en el clavo de hacer algo distinto, y no por destacar sobre el resto de los que antes que yo, tan acertadamente han exaltado lo que sentimos y profesamos todos los Santistebeños, sino por que no veo resquicio ni grieta en lo que la gente, mucho antes que yo, ha plasmado sin la ayuda de una pluma, sino del corazón.

Podría hablar del primer día del mes, Los Mayos, que de forma paradójica nos parece que ya ha llegado Pentecostés, por la alegría, porque dentro de poco bajará, como todos los años al lugar donde caprichosamente quiso aparecer. Por ser una de las noches más bonitas dedicadas íntegramente a la Virgen del Collado, con la Tuna, la Banda de Música o a plena garganta en Santa María abarrotada de vecinos encaramados sobre los bancos para no perder de vista a la Madre que veneramos.

También podría hablar de la Mayordomía, de la alegría y gozo que en tantas y tantas moradas ha dejado el Cuadro, custodiado durante doce meses por la FAMILIA que decidió cuidarlo. El rosario, las novenas, Candelaria, Domingo de Ramos, el Molino, Las Mulillas y muleros repartiendo harina sobre las cabezas, algunos con delicadeza y otros, no tanto.

El pasodoble en la Plaza ya sea en Abril o Marzo, los Churros o la Caridad repartidas por mozas, mozos y comisarios al ritmo de la caja pregonera que por las calles del pueblo avisa de la cercanía del grupo con ése redoble ejecutado por un pequeñajo. La Cruz de Mayo y sobre su cuenta atrás, la familia sabe que el cuadro abandona su casa después de un año…

* * *

…Disculpen vuestras mercedes el retraso, hoy toca de menú salmorejo, he bajado a la cocina, abierto la nevera y mi sorpresa ha sido mayúscula al ver que en el cajón de la verdura no quedan tomates, por lo que tengo que salir a comprar al “Nicolás” de Bujalance para después preparar el plato, que eso aquí en Córdoba es como si estás en el pueblo y no comes morcilla o ajo…

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(…) Aquí estoy de nuevo, después de comer ése rico salmorejo con un vaso de café derritiendo el hielo, yo sentado en el escritorio, bolígrafo en mano y papel en blanco, con la misma falta de inspiración mirando tras la ventana al cielo, pensando en la responsabilidad que me he impuesto como peso, cual mochila de colegio desde que el Excelentísimo Ayuntamiento me invitara a participar en la edición de ésta revista anual que tantos, tantos buenos momentos nos ha regalado. Un lugar donde muchos de los paisanos (y disculpen si lo reitero) han expresado entre latido y latido lo que por sus cuerpos recorre al hablar de nuestra Alcaldesa, la que siempre ha protegido con su manto a todos los vecinos de éste pueblo refugiado entre los cerros.

Pero vamos a centrarnos. Aún no sé qué escribir, no sé que plasmar para intentar tocar el alma, ahí, en vuestro corazón, en forma de pellizco. Pienso que también podría dar una descripción de lo que yo he vivido, desde mi niñez, desde que llegué de Holanda y cuando lo primero que hice fue ser Gastador de la Cruz Roja cruzando el coso de la plaza de toros, y como niño, esperando el bocadillo con el refresco en el tercer toro y que la Mayordomía tenía a bien, en aquellas tardes, ofrecer a los que participábamos de una forma u otra en el acto.

O después, cuando ya tuve edad de ser monaguillo con el visto bueno del párroco, “superadas” las catequesis de Carmen Nieto y Paqui Lozano, cuando Mariano Rubio y un servidor dimos el relevo a Javi y Mateo, “los veteranos”. El honor de ser observador privilegiado desde el altar o en la procesión, en la cogida del cuadro, en primera fila desde los ocho hasta los quince años. Ver, en apenas unos minutos la desolación de quien posa el cuadro en el lateral de Santa María y la alegría exacerbada de todo el pueblo al saber que de nuevo, desde hace ochocientos años nuestra Virgen del Collado será acogida en una nueva casa. Ese momento mágico en que Don José Araque, Don José María Saeta (que en paz descansen ambos) o Don Mariano pronunciaban las primeras palabras de la Salve, las explícitas para poder abalanzarse hasta el cuadro de nuestra querida Madre.

Pero sigo dudando, pues también podría escribir de hechos ocurridos más adelante, siendo más grande, cantando en el coro rociero las misas flamencas en el Ejido. Ver a la Virgen desde arriba en el espacio dedicado al coro junto a su hijo Jesucristo orando en Getsemaní con sus manos suplicando, o entre el romano y el ángel protegiendo al hijo de Dios con rama de olivo en mano, frente a Ella, de tú a tú, pidiendo salud y suerte, esperando rendirle homenaje cuando Paqui Salido o Juanjo López cantaban “Viva Esa Cara Morena”, composición de la primera con arreglos de Juan Ramón y Andrés Oreja Negra. Ayudar en los coros mientras las lágrimas de todos afloraban deslizándose en nuestras mejillas bajo la ley de la gravedad de aquellos momentos, instantes únicos, personales, como en místico trance.

De forma indiscutible son unas fiestas tan especiales que durante cinco días todos los vecinos compartimos un mismo lenguaje. El idioma del sentimiento hacia Su Persona, la familia, los amigos que en éstas fechas y de año en año nos vemos, las sonrisas, los buenos momentos, las calles adornadas de bombillas, los cabezudos, los encierros, la ligá de mediodía, los comisarios por las calles recogiendo a las mozas o cuando el tambor enfila con toda la Mayordomía hacia la plaza de toros, las verbenas (…)

(…) Pero nada de ésto sería posible sin Su presencia, también por la firmeza y continuación de muchos vecinos que durante siglos han impedido que desaparezca la tradición, para que heredemos hasta nuestros días el mismo fervor y la misma intensidad de aquel labrador cuando su arado atrancó.

Puedo decir orgulloso que durante años he sido parte de algo, que el tiempo ha pasado, que ya no paseo tanto por las calles del pueblo como hacía antes. La vida, como a muchos, nos ha obligado, o mejor, para no ser tan graves, ha cambiado. Ella ha querido que nuestras vidas allende hagamos pero sin olvidar la raíz de la que brotamos.

Puedo asegurar, pues en Córdoba somos unos cuantos, que a nuestra Patrona nunca la olvidamos, que siempre estamos deseando de hacer hueco para Pascuamayo y cumplir orgullosos con nuestras guardias frente a nuestra Virgen Coronada del Collado.

―Epílogo―

No crean que me he olvidado de la pandemia. Ha muerto demasiada gente, en todos lados. Vamos para dos años sin celebrar procesiones o fiestas pero todo tiene un final.

Posiblemente, aunque sea mucho pedir, lo que nos toque en ésta ocasión sea rezar, orar por los que ya no están, suplicar protección a nuestra Patrona por los que aún están enfermos, que sus relojes no dejen de hacer »Tic-Tac«.

Quizá sea momento de introspección, de saber y reconocer lo que de verdad importa, la familia, los allegados y toda la comunidad. Ya volveremos de cañas y compartir tapas, de coches locos, abrazos largos y apretados, besos de verdad, de amor, de aprecio o amistad.

Aparte de la resignación que a todos nos afecta, quiero desde aquí mandar un fuerte abrazo a todas mis vecinas y vecinos Santistebeños, que las circunstancias sean propicias y dejen hacer mi guardia, y mientras la hago, en silencio pero en conversación con la Virgen del Collado, pedirle salud por todos nosotros, por todos ellos.