Allá vino por el año 1947 con su padre Eusebio. Y lo primero que hicieron fue instalarse en el edificio de la calle Duque de Rivas, en la Tahona donde ahora los Marines tienen su cochera de balde para el resto del poblado, ni un vado respeta nadie, vamos a respetarnos.

Nuestro protagonista con su padre vino sin ni siquiera tener pelusilla sobre el labio de arriba para montar una taberna de dispendio y reparto de brebajes fermentados en Bujalance.

Con un padre muy conservador en éso de invertir en nuevos negocios, de los que dicen “me quedo como estoy” mientras su hijo, nuestro protagonista de hoy, más echado para adelante, incluso en su juventud músico fue tocando el trombón. Desconozco si bien o mal lo hacía, eso, que lo comenten los más experimentados en eso de a cuestas o en las espaldas llevar años.

 

Pasó un tiempo. Padre e hijo compraron lo que ahora es la esquina de la calle Concepción, se casó con una tal María que vivía donde no conoce nadie, en una cortijada entre Jaén, Valenzuela , Porcuna y Cañete…perdida de la mano de Dios. Y digo yo ¿qué se le perdió por allí al hombre? Dejemos por ahora ahí esa cuestión porque María se ha dejado los cuernos en el negocio al igual que su marido pero con una diferencia…pariendo y menesterosa en eso de cuidar padres, madres e hijos, hacer tapas, coser ropas etc etc mientras Amador repartía vino a granel con la carretilla.

De los tiempos que hablo, quien iba motorizado era quien iba motorizado, cuatro, y me sobran tres dedos de la mano mientras los señalo.

Nuestro protagonista de hoy nació en 1929, llegó a Bujalance entre el 46 o 47, un imberbe y diez años después, en el 57, se casó con la que sigue siendo su señora, María, la de la cortijada donde Íberos, Romanos o Árabes jamás osaron poner un pie, donde no llegan ni las ondas de Radio María.

Después, por él mismo, compró la bodega y en el año 1969 abrió sus puertas, y éso era tan estrecho, ¡tan estrecho! que allí si querías salir o entrar con más de una hachuela te rozabas, no había otra. De ahí no se iba uno sin pagar por mucho que quisiera gracias al roce de cuerpos y el ojo del tabernero.

Alguna que otra foto he visto, con sus asientos enfilados como si fuera el Talgo de Cádiz a Madrid, pero no el coche cama, sino el chungo, el del mediodía. Y por las noches, cuando cerraba el hombre, fuera en la calle Concepción, en la Cortijá de María o en La Bodega…dándole al tema como a cajón que no cierra y para muestra su prole, que ahí es “ná”, hijos por doquier y chorrocientos de nietos tienen ya la pareja.

Me contaron una cosa, y es que mientras nuestro protagonista servía vinos en la calle Concepción, cierta persona con más vino en el cuerpo que José Manuel Soto y Bertín Osborne en la Virgen del Rocío, tras la negativa del camarero, en éste caso Amador por el estado “ébrido” del consumidor, le dijo que -Hasta aquí llegó-

El otro, “sin ton ni son” un sopapo le soltó y de bruces tras la barra cayó… y aprendió una lección que tuvo a bien de compartir cuando allá por el año dos mil le dieron el premio por emprendedor y tuvo que salir al “altar” del teatro para difundir, a los más jóvenes de allí que emprender no es malo…simplemente que de los palos que uno reciba, cada uno, son una lección. Pero eso sí, la guantá te la llevaste tú y seguiste fregando vasos con tu mejilla a la nazarena dos días al menos…

…de forma probable, la lección será de que cada uno es cada cual y cuando crucen tu umbral uno, aparte de servir lo que quiera la señora o el señor, además, tiene que analizar lo que pueda pasar, el cómo tratar a los clientes y de cómo relacionarse con la gente por muy variopinta que sea…. Además de ser camarero o tabernero uno ha de ser psicólogo por lo que veo.

Bueno, volviendo al tema de su cajón que no cierra resulta que mucho no les gustaría a María y Amador Radio Pirenaica, pues por las noches estaban pariendo hijos. Hijos e hijas que fueron extendiéndose por Andalucía entera y aquí quedaron dos (Al de Cañete no me refiero por eso, porque es de Cañete, y feo ahí lo dejo) y montaron allá por la época de jubilación del patriarca lo que es ahora el Pub la Bodega, pero, su padre insistió… “Algo debe de quedar de la antigua Bodega”. Dicho y hecho, la parte de abajo que ahora todas y todos conocemos, donde se juntan los “Viejos”, donde tienen su descanso después del paseo mañanero antes de llegar a casa para ver a Juan y Medio ahí sigue, y seguirá. Además no saben ustedes lo que me alegraba y me alegra ver salir al hombre de gafas negras, medio sordo a tomarse su medio, con o sin ayuda de andador, pero con el mismo espíritu e ímpetu del tabernero eterno.

Amador Polo, el pueblo en su día ya te reconoció tu arrojo, emprendimiento y perseverancia pero las cosas se olvidan, pasan generaciones que no saben, no porque no quieran, sino porque las desconocen, ignoran de dónde vienen las cosas, y bueno, para quien quiera leerlo, para quien te valore y sepa que no todo es fácil en ésta vida, que todo es a base de mucho trabajo y que muchos muchos mordiscos en esto de la vida no son pan de molde.

Amador Polo, aquí va mi reconocimiento en vida pese a no haber nacido en Bujalance al igual que tú, pero siempre llevo en mi corazón ésta cosa honesta y desairada que por vuestra parte de cómo tú y tu familia, cuando me conoció hace ya más de trece años, abrieron sus puertas para mí y para siempre. Tanto tú como María habéis construido un legado que no se olvida, y no es la taberna, la Tahona o la Bodega, es tu gran familia.

Amador Polo, Menciano y Bujalanceño al mismo tiempo, eres buena persona y un gran hombre.