Quizá no lo recuerden ustedes de cuando era crío, cuando estaba más seco que un ripio ya fuera de tirarse por las terreras del Porrosillo, de subir las cuestas del Castillo o también de subir todos los días allí «arribones» después de la escuela, donde San Esteban perdió el iPhone.
De niños, él y su «grupete vistalegrero» (a los que les mando un abrazo) eran más traviesos que Froilán y Paquirrín en tu cumpleaños, no la hacían casi nunca limpia. Igual te los encontrabas en el charco del Fresno pescando bogas, en La Olla apedreando los gatos de La Alcoba o en el peñón de Francisco Andrés sisando melones si era el tiempo o habas si era más temprano. En definitiva, se recorrían todas las plazas y huertos del mismo modo que una manada de Suricatos o como aquellos que iban con sus Puch Cóndor y sus alforjillas subiendo las revueltas del Puerto de vacío y al mediodía ya tenían preparado el picadillo.
A Cuquitos y a Juanmi el del Pósito los volvían locos, pero locos de verdad por tal de sacar una bolsa de Gublins de más. Eso sí, allí en Plaza Mayor, excepto Matute, el del bar la Peña, jugando a la pelotilla, no había quien les ganara, y si aparecía Dioni el municipal o el Sombrerero…¡Qué piernas tenía el tío! …cuando uno se quería dar cuenta, Lacoste ya estaba arriba en La Copa mirando cómo requisaban el esférico. Sentado y comiendo los Gublins que a Juanmi o a Cuquitos le había birlado.

Fue creciendo y pronto se puso a trabajar de camarero, después, conoció a los feriantes naveros y como allí era dónde pagaban más dinero, y con ésto un poco me explayo; no era lo mismo trabajar en cualquier bar del pueblo que irte de Abril a Octubre de feria en feria y de pueblo en pueblo, eso se pagaba mucho y bien en aquellos años.
Recuerdo muchos molinos, vecinos de «hato» en la segunda explanada y nuestro grupo, con menos presupuesto que el club de Petanca Santisteban, ignorantes en el arte de poner dineros y no quedarse cortos bajo ningún concepto… Allí estaba él, dadivoso para socorrernos, y un servidor, entre otros, tenía donde arrimarse porque, si no es por él y su generosidad, a las dos de la tarde, éste, el que escribe, ya estaría en el pueblo sin comer una «mieja» chuleta ni echarse el cacharro de la sobremesa. Lo mismo digo del resto de vecinos vistalegreros, sus amigos.

Lo que sé de él es que se llama Andrés Isidro Vela, trabajador como la copa de un pino allá donde lo suelten.
Lo que sé de él es que le dicen Lagarto, por familia o por hechos por él mismo consumados, da igual, si le apetece, que lo aclare él.

Es, de las personas del pueblo que si uno le ofrece su amistad sincera, él corresponderá de sobremanera. Algunas veces excesiva pero sin venirse arriba, pero lo veo normal pues uno lo conoce y si te invita es que de verdad te aprecia, no hay más, es así de simple y de claro porque siempre está trabajando en el bar, en los pinos, en las ferias o pintando, y si no, haciendo mezcla con sus primos, amigos o cuñados.
Y cuando el hombre puede salir sin preocupaciones…sale sin preocupaciones, para qué escribir más sobre alguien que disfruta de verte y le apetece dar un abrazo ¿Acaso hay algo más sincero?
Andrés Lacoste (Lagarto). Que no se te olvide, lo único que hace falta en ésta vida es ser buena persona y amigo de tus amigos como tú siempre lo has sido…
…Pero una cosa te digo, como sigas echando esa panza…en vez de Lagarto te empezaremos a llamar Cocodrilo.