A medio camino de ser juez y parte en las cosas relacionadas con los dineros recién llegado a su destino en este pueblo que lo vio llegar desde jovencito hasta su retiro, han pasado muchísimos años, ahora convertido en asceta barra ermitaño (asceta/ermitaño) refugiado en su cortijo con sus movidas del huerto, el campo y sus perros.
Sus olivos, su huerta, la piscina «prepará» para cuando vengan sus hijas con amigos y yernos.
Su librería en la azotea que más de uno quisiera.
Sus archipisques e inventos que no sobreviven al año siguiente pero que él insiste con empeño aunque de vez en cuando haya que decirle -señor, esto es una mierda, por mucho que usted se quiera parecer al de bricomanía, le faltan talentos y tecnología.
Sus perros, su tonito de voz de madrileño sureño que aunque Navero y Santistebeño es de los que prefieren el acento neutro pese a tratar veinticuatro siete con aceituneros «jaeneros».
El hombre éste se jubiló bien temprano, tanto, que a más de uno se nos ha ocurrido, divagando, si el muchacho será pariente de Bonilla o de Chaves poniendo el sello de -liberado- y que, pese a que su pelo se vuelve cada día más cano, el pajarraco sigue igual de entero y satisfecho con su figurín de maduro sugerente si lo comparamos con algunos del pueblo. Y con ésto que he mencionado que no se venga arriba porque los cohetes ya los tiene quemados.
Y ahí lo tienen ustedes. Yendo al cortijo o paseando a sus perros a no ser que alguna Luz le ilumine o le haga Eclipse, que le quite el hastío de sacar a esos canes que no les queda otra que resolver sus necesidades mientras él se toma una cerveza con Pedro Parra en lo de Juanra… en lo de Ángeles. Tan agustito, como cantaba Kiko Veneno, Ortega Cano o como el que lo llevó a la práctica hasta el Averno, Silvio y Sacramento.
Ése, y con su cara de cemento es Juan el de Banesto. Un ser excepcional que muchos del pueblo lo tomaron como un simple cajero pero que se comportó en lo profesional como un buen banquero y en lo personal, si rascas muy poco, persona culta, buen amigo con-decoro.
Que después de todo aquello, son los poc@s que le agradecen la gestión o el retraso de cualquier recibo o pago incluso abonando cantidades al ajeno de su propio agujero. Ignorando él mismo que lo pusieran firme los interventores de su banco a fin de hacer la vida menos dolorosa a sus coetáneos. Pero eso sí, que después de cuarenta años siga con el acento de Seseña, Pinto o Chinchón….
…No se lo perdonamos.