¿CHURRO O TRATO?

Con cierto aire a Robert Mitchum, pero con las orejas pornográficamente sueltas y unido a su sonrisilla torcida sin falsedad ni tirria éste hombre sabía muy bien cómo no herir ni dar en la yema, sino un poco más afuera, con el fin de no humillar al más pintado, mas bien para dejarlo con las piernas colgando. Humor propio, que por tildarlo, sería una mixtura de Gila con Paco Gandía.

Bigotillo fino, mezcla de Clark Gaibol (Gable) y mafioso italiano de los años treinta en plena ley seca, aunque de cuello para abajo con menos porte, él nos acostumbró a verlo con polos de algodón, anchos, de colores, dejándose notar su barriguilla.

Acostumbrado a tratar desde chico con ganaderos, hortelanos y pastores, aquél hombre sabíase todos los chascarrillos fueran de La Vega, de La Olla o de Pontones, llevando a la práctica toda la teoría aprendida al pequeño local donde quiso poner la churrería.

No eran más valientes los que corrían delante de toros y vaquillas, sino los que al final de cada verbena bajaban a su casa para echar el último cubata. Copa de sol y sombra o anisette con la ración de churros correspondientes para los auténticos héroes.

Y qué decir después de aquello cuando el aceitillo churrero se mezclaba con el ron Pampero, ¡allá que vamos! exclamaban churros y copas rebullendo, aunque en el exterior todo fuera silencio, hasta que llegaba el retortijón cual sereno con la campana recorriendo las tripas como si fuesen las calles del pueblo.

Por donde quieras, pero salimos por la recta de Navas o las revueltas del Puerto Seguían y seguían avisando las entrañas…Y era aquí, cuando el churrero en cuestión observaba las caras desencajadas y coloradas de los valientes y de los héroes, entrando al trapo con muleta como Espartaco en la plaza del pueblo o como Jesulín dando la vuelta al ruedo entre bragas y refajos;

¡ Abrid paso a éste!, ¡No me lo pongas todo “perdío” que lo limpias tú!…

Decía tras aquella pequeña barra apuntando con el palo negro, la pared con el poster de Futre, alguna foto perdida entre pegatinas del Athlético y el almanaque de la mujer en bolas, seguía el hombre sonriendo entre dientes;

¡Mi hijo tenías que ser! ¡Te ibas a enterar lo que es amasar a las cuatro de la mañana! Exclamando fuerte, bromeando, para que llegase a las parabólicas de los feligreses y seguir con la chanza, seguir la fiesta y la algarabía sonando a la vez el primer cohete de los encierros.

Los parroquianos miraban de soslayo al “potado” pero sin soltar la copa de Terry de la mano, intentando averiguar de qué familia era aquel despojo humano que salía del retrete como si hubiese hecho algo malo, viendo la paja en lo ajeno aunque la mayoría abrieran la persiana de la churrería todas las mañanas, sin falta, incluso no me extrañaría nada que antes de calentar su aceite, el churrero, como escuela antes de clase, lista pasase.

Desviviose el hombre por las cosas del pueblo, que si continuara con nosotros hace ya que se tendrían que haber cambiado los estatutos del Cuadro o de la Cofradía, por él, por siempre hubiese sido compadre, mayordomo o comisario. Parte activísima durante años.

Hombre bueno, cariñoso y paciente, tanto, que como cualquier persona viviente y cuando la adversidad golpea jamás le vi perder aquella sonrisa pilla como la de un niño bañándose en alberca ajena…

                    

…Sus hijos, su señora, la familia…Se desvivía, no se perdía un partido de su hijo ni un baile de su hija.

El de los Tratantes fue una persona querida por muchos, amada por todos… y por eso éste homenaje al vecino del pueblo, para recordarles también a la familia que además de ellos, a Diego el Churrero no se le olvida.

Agradecimientos:

Benito Vicent

Mariela Marquez