Menos mal que dejó de salir en Semana Santa de penitente porque con su altura y napia parecía La Parca. Lo único que lo diferenciaba de la misma es que el hombre, en vez de sujetar la guadaña, él, una velita llevaba.

Nuestro protagonista metido en el ajo lleva en todos los asuntos religiosos y terrenales santistebeños durante muchos años. Para las cosas del comer y vestir, de oficio pintor aunque creo que su aparato de locomoción, la famosa «Pintutrade», ha dado más viajes al Molino, al río y a su huerto que a las fachadas de los vecinos. Y no sólo por él mismo, también sus hijos la han paseado un rato.

Ya la cambió, una pena, porque esa furgoneta tendría, ahora que Javier es el Alcalde, ponerla en una rotonda para que el resto del pueblo la vea y bajo ésta, en placa de bronce una leyenda;

«Cuando tú vas, yo ya vuelvo de allí»

Jamás he escuchado en el pueblo nada parecido a lo negativo sobre su persona, o sobre Antonia, gran mujer buena, a la que mando un abrazo enorme.

Intachable servicio a La Patrona desde siempre y en especial cuando Hermano Mayor fue, el mandamás, el del medio de los Chichos con su plateado bastón o varal, como lo quieran llamar.

 

Las subastas en la puerta de Santa María dando voces con su gracia innata para ver quién pujaba por una sandía que en vez de sandía parecía un globo aerostático. O por un par perdices cantoras. ¡Qué energía! ¡qué arrojo!

Intachable comportamiento con sus amigos,, vecinos y familia. Simpático, amable, cariñoso y bromista al mismo tiempo.

Volcado siempre con todas las Mayordomías desde que empezó de tamborilero aunque de eso hace mucho tiempo, de cuando te salía un orzuelo y uno se frotaba el ojo con una peseta rubia o con una llave hueca.

Qué decir sobre él que el pueblo no sepa… Ah, sí! Qué le jodió mucho que cerrara Jeromín con los ratos que pasaba con su amigo Armando el veterinario (que en paz descanse) aunque luego se le pasó porque a la vuelta llegó Motores y Gúzman (si, con tilde en la ú) y más alegría todavía cuando esté último pasó su negocio a la calle donde vive, Calvario, vamos, que tropezaba en su tranco y ya tenía puesta la cerveza con la correspondiente tapa mientras murmuraba cosas para sí el camarero.

Recuerdo que de pequeños nos fuimos a La Gravera de Rascuñas para echar el día entre baños y chuletas que, entre otros coches, la Pintutrade iba hasta los topes de sillas y mesas para nosecuantas familias incluida la mía.

Resulta que de repente, allá en la presa del Guadalmena abrieron las compuertas y mira! Eso no era un río, era el Niágara o el Orinoco, no podíamos cruzar, los nenes y nenas frotándonos las manos porque era Domingo, las nueva o diez de la noche y aquello no bajaba el caudal. Y entre todos (los zagales) ilusionados de que el lunes no íbamos al instituto o la escuela.

– Gloria Bendita. Pensábamos al mirar de reojo a nuestros padres despreocupados.

En cuanto bajó medio dedo el caudal coge Ángel y cruza la furgoneta…si, la Pintutrade ¡mierda, mañana hay escuela!

En fin, una pequeña anécdota.

Volviendo a nuestro protagonista y queriendo reconocerle en vida la pasión que ha sentido y volcado por su Santisteban, he de añadir que no todo han sido claveles, rosas y pétalos a lo largo de su existencia y pese a ello, siempre ha tenido tiempo y hueco con buenas formas para proteger y mantener las costumbres de éste pueblo, y siempre siempre restando importancia a los problemas, al menos en compañía, ya cada cual dentro de su hogar, cada uno sabrá como soporta su cruz pero lo que es indiscutible es que en su semblante siempre hay una sonrisa que inyecta energía y buena armonía al prójimo y al que le rodea.

Ángel López, alías el Pinturas. Siempre lo has sido y por eso ahora lo suscribo; Eres un gran hombre.