Hace años, no faltaba en las noches de viernes y sábados; además, si sonaba una pandereta en La Venta de los Santos, Chiclana o en cualquier plaza de los pueblos que nos rodean allí estaba ella. Dándole igual si la cosa iba por fandangos, Rock and Roll o jotas aragonesas y ya, después de un tiempo, cuando se convirtió en abuela, calmóse la muchacha saliendo sólo cuando alguien en el jardín municipal daba un simple silbido siempre y cuando el silbato que soplaba el silbador se considerase verbena.
Hay unos cuantos y unas cuantas parecidos por el pueblo (yo incluido) pero os aseguro que ella es pionera en eso de cansar los dedos de los músicos y las cuerdas vocales de los cantantes porque hasta que no recogían los cables no se iba a su Kelly. También comprensible porque durante media existencia ha vivido entre el jardín municipal y la pecera del Willy…vamos, que para ella tampoco es que haya sido excusa perpetua, habrá sido casualidad, porque si hubiese vivido en el Barrio Baeza hubiese hecho lo mismo, estoy seguro, igual de seguro que más de una orquesta habrá dicho;
-Como sean todas como ésta, no volvemos a Santisteban –
Creyendo, a pies puntillas, que los únicos valientes que se han atrevido a enseñarle el afilado colmillo en el digno arte del aguante han sido Employers y Chasis… los que siempre repiten y vienen.

En realidad poco le importaba, porque si los músicos huían pronto, siempre quedaba un hueco para las rancheras.

Daba igual con quién se juntara. Chocolatas, Mancheguillas o la prole de los Mercado o los Salas, da igual. Allí estaba y está para ser amiga de todos los que la respetan.
Pero no crean que todo han sido bailes y risas, también pasó su época nublada y turbulenta cuando se separó allá por mediados de los ochenta. Cuando medio pueblo la ponía de vuelta y medía. De las veces que en aquella época se habrá sentido sola y de la catarsis tras su decisión en aquellos tiempos…
Pero allí estaba ella, defendiendo su independencia en tiempos de dependencia, a su familia, su decisión y dignidad aunque siempre hubiera pelagat@s pisaverdes soltándole alguna fresca… y cuando eso pasaba, les respondía como manda la iglesia, dándole su hostia correspondiente, consagrada y santificada… como si el cuerpo de cristo lo hubiese repartido el mismísimo Papa.

Podría ser mi madre pero es amiga con su hija casi de mi quinta. Compañeros desde pequeños de instituto y colegio. Haciendo trabajos conjuntos en mi casa o en la suya, allí, junto a su abuela en la mecedora con un ojo en la telenovela y el otro muy pendiente y exigente de que los estudios fueran adelante mientras Ella, ausente, impartía catequesis o clases por los pueblos dejándonos a buen recaudo de la mirada rizada de su madre, si, la de las telenovelas.

Hace años de ésto pero no saben ustedes lo que me alegré cuando decidió unir su vida a Paco (Francisco en su DNI y en el Carné de Conducir), ése hombre silencioso a primer contacto pero con cierto y abundante carácter serreño que aflora cual muelle cuando uno quiere hacerle cosquillas en las narices o tocarle más abajo del ombligo. De ésas personas que saben martillear a la primera los clavos de la tapa de tu ataúd si te pasas de lista o listo.
Diría que tal para cual, porque se les ve muy agusto entre ellos, pero es verdad que jamás los he visto discutir y la verdad, si uno se para a pensar en la personalidad de ambos, estaría bien, alguna vez, y no por cotilla, presenciar a escondidas alguna de sus riñas, aunque sea pequeña, como por ejemplo dejar abierta o cerrada la tapa del water o no tener en cuenta lo de meter las cervezas en la nevera de La Vega.

Me encanta llegar al pueblo (vaya sólo o con mi esposa) y encontrármelos tomando algo en el Gin Tónic o donde sea, sentarme en su mesa, charlar, reírnos un rato o fogar como dragones con nuestros problemas diarios, compartiendo momentos y cubatas mientras hablamos de lo que sea más beneplácito; libros, escritura, música, Almería, nietos o su bucólica vida veraniega en La Vega…
Emilia, Emiliona, es una persona que siempre ha permanecido en su sitio, ajena a los dimes y diretes de las charranerías de los pueblos. Una persona digna, culta y divertida al mismo tiempo de la que no me canso de seguir su estela cada vez que coincido y puedo.
Emilia, Emiliona, la que podría ser mi madre pero es mi amiga tiene además, como vecina del pueblo…todos y mis más absolutos de los respetos.
Además sigo su consejo que en algún trasnoche me susurró al oído y que yo, marcado lo llevo a hierro;
-La vida ya es demasiado dura como para renunciar a bailar-
Hoy lunes y pasada la feria sólo espero que haya disfrutado junto a Paco…de la Verbena.